El otro día, hablando con una amiga escritora, tuve una revelación. No fue instantáneo, me tomó tiempo darme cuenta de que los astros se habían alineado y de que, en esa nota de voz hecha mientras me ponía mi sérum de pestañas, había mucha verdad.
«Me arrepiento más de los síes que de los noes que he dado».
Esa era la frase. Y no me refería al ámbito de las relaciones, que también podría ser aplicable, sino al sector editorial. En realidad, podría aplicarse a mi vida en general.
Volviendo la vista atrás, a todas las cosas que dije que no, no me he arrepentido ni un segundo. A mí me cuesta decir que no. En realidad, no soy la única, es por culpa de la “buena educación” que nos han dado desde pequeños, esa en la que tenemos que ser amables y complacientes. Y por el miedo a estar desaprovechando una oportunidad. Hay un animal mitológico entre escritores que se llama “éxito” y que está ligado a publicar con una editorial.
Pero no todas las editoriales son iguales, ni publicar con una te catapulta al estrellato.
A mí me hubiera gustado que mi primer libro hubiera sido rechazado, y lo digo en serio (y sí, ahora desde la experiencia, por supuesto). Porque ahora, después de hacer cursos, de formarme y de practicar, me doy cuenta de todos los fallos y errores de principiante, y no quiero que nadie más lo lea. No todos podemos ser Carmen Laforet, lo sé. Hay gente que tiene suerte, igual que en el amor. Todos tenemos esa amiga que lleva desde el colegio con su novio y que se van a casar en nada. Y luego estamos el resto de los mortales; hemos pasado por amores no correspondidos, relaciones un poco tóxicas y citas regulinchis hasta llegar al adecuado (si es que llega).
Las escritoras también pasamos por esas fases con las editoriales. Siempre hay esa que te dice que es culpa tuya porque no haces publicidad, la que te hace ghosting y desaparece de un día para otro, la que te promete que te sacará en papel porque le encantan tus libros pero solo quiere seguir sacándote historias… Un sinfín de anécdotas que me habría ahorrado si en su momento hubiera dicho que no. Por desgracia, no se puede viajar atrás en el tiempo y cambiar las cosas, lo único que podemos hacer es aprender de nuestros errores y advertir a las compañeras que no es oro todo lo que reluce.
Yo he aprendido a preguntar a gente que ha publicado o publica con ellos, a buscar información de la empresa, a leer bien el contrato y a pasárselo a compañeros abogados (porque a veces hay cosas que una misma no ve), a desconfiar de algo nuevo.
Y a ponderar mis intereses por encima de la emoción de que alguien quiera publicar mi libro.
Hasta aquí mi reflexión, espero que os haya gustado.
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